Después de muchos años de deriva con un proyecto atravesado en el corazón, finalmente entendí la importancia de invertir en los espacios adecuados para darle cauce. La escritura suele ser representada como un acto solitario, pero en realidad no lo es nunca. Y qué regalo más hermoso es elegir deliberadamente acompañarnos en el proceso para iluminar nuestros puntos ciegos con la mirada sensible de las otras, para ampliar el mapa de referentes y posibilidades creativas, para disponernos al juego y la experimentación y sostener la búsqueda de eso que quiere ser expresado a través de nosotras. El Laboratorio de Casa Índigo es un contenedor precioso, nutritivo, conmovedor y expansivo que nos reconecta con el carácter político, vital y afectivo de la escritura.

—Ana Trujillo

“Que mi historia no importa es mentira. Ese es quizá el mayor aprendizaje para mí de este laboratorio.”

—Annalisa Marí Pegrum

El laboratorio fue la posibilidad de escuchar y encontrar mi voz en la escritura. La oportunidad para experimentar y jugar con las palabras. El espacio para crear vínculos de amistad con otras mujeres y poder sostenernos encuentro a encuentro. Reír y llorar de igual forma, y enorgullecernos viernes por medio, por nueves meses. El laboratorio fue el suelo donde pude sembrar la semilla de mi escritura y empezar a regar los brotes. Aprender a tener paciencia, compasión y disciplina para ver crecer lo que se está gestando. El laboratorio es, sin lugar a dudas, el espacio donde finalmente me identifiqué como escritora.

—Cata Arca

Un laboratorio que jamás podría haber soñado: un auténtico nido repleto de historias, historias dentro de las historias, mujeres llenándose de valor cada jueves. Yo no quería leer, no tenía sentido desperdiciar tiempo si podía estar escuchándolas. La experiencia colectiva fue pura magia: los personajes iban tendiendo redes entre ellos casi sin que pudiéramos notarlo. En medio de toda esa alquimia, mis poemas iban alargando sus tallos, iban creando nuevos brotes y con ellos, la valentía de compartirlos. Estas mujeres vertían palabras en mi como gotas de amor a la tierra. Lo mejor de todo no fue escribir, ni animarme a leer. Tampoco escucharlas. Lo mejor de todo fue contemplar el jardín que habíamos creado juntas.

—Natalia Zabala Aguirre

Apuntarme al lab ha sido de los mejores regalos que me he hecho a mí misma. Siento que durante estos meses no solo he estado acunando a mi niña interior a través de la escritura de mi proyecto, sino que también, después de tantos años, he encontrado un espacio, un acompañamiento, una comunidad con la que había soñado desde pequeñita. Habéis sido mi huequecito sagrado, mi excusa para el autocuidado, mi recordatorio de que el mundo se puede esperar un ratito.

—Celia Torrejón

He tenido que tomarme una pausa considerable para pensar en lo que fue, ha sido & seguirá siendo el Laboratorio para mí. Como lo dije después de haber tomado la sesión inicial, sigo creyendo que fue “el primer día de mi nueva vida”; el Laboratorio puso en línea mi proyecto & a mí. Ha sido un sitio seguro en el que compartir con mujeres de las que he aprendido un montón & que me llevo en el corazón para el resto de mis días. He aprendido a ser escritora & a jamás tener vergüenza de llamarme tal, he aprendido a comprometerme con mi escritura, a hilar, a anclar los brillos de mis textos & de las demás, a obsesionarme con los acentos, a ser persona viva…Ha sido un espacio sanador por el cual no podría estar más agradecida.

—Ariadna Posadas

Este laboratorio fue una travesía. Nueve meses de encontrarnos dos jueves al mes. Esta, fue nuestra casa. Las í acompañan un proceso de escritura íntima con cuidado, detenimiento y ternura. Convocaron a un grupo de mujeres maravillosas. Me encantó la textura de las voces, la diversidad de acentos y como los relatos se entrelazan, a pesar de estar tan lejos. En mis cuadernos a menudo me pierdo. En este laboratorio encontré formas de irle dando cuerpo a una historia. Pensé que escribiría del cotidiano, de lo que me atraviesa ahora. Terminé escribiendo sobre las montañas y las abuelas. Fue una sorpresa encontrarme en estos paisajes y en las palabras de otras. Aprendí a escribir sola, con las voces de otras latiendo adentro, las voces de amigas a las que todavía no he podido abrazar. Escribimos juntas. Gracias.

—Alegría Acosta

Llegué a casa índigo preguntándome si es posible escribir sin ser leída. De qué serviría trabajar amorosamente cada oración, escogiendo atentamente cada palabra, si no es para recibir amor. En el Laboratorio, la escucha amorosa de las compañeras me ayudó a perder el miedo a abrirme a una escritura más espontánea, más mía, ¡y la lectura de las autoras mentoras fue una revelación! Me acompañan aún hoy en esta búsqueda de mi propia voz. Gracias miles y nos seguiremos viendo en el club :)

—Caroline Roatta

Carla y Marina me mostraron el manantial. Al principio, quise hacerlo mío a través de las palabras. Insistía en nombrarlo todo. Esa exigencia me dejaba exhausta. (Una no reconoce el milagro de la escritura hasta que aprende a descansar en ella). Poco a poco, gracias al acompañamiento amoroso, las lecturas y el trabajo valiente de mis compañeras, entendí que la poesía no está en el manantial sino dentro de una, en la mirada. En esa búsqueda infinita, profunda y material, florece nuestra voz como autoras: el relato de nuestra intimidad es único. Solo hay que saber disponerse y entregarse. Comprometerse con una misma y el proceso.

Así, en el Lab resignifiqué palabras que ya conocía. Les di una nueva vida. Dejé atrás mitos rancios: la escritura como práctica individual que requiere del aislamiento para poder brillar.

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—Andrea Reiriz

O como práctica limpia: una mesa de roble bajo una ventana frente al mar. O como la profesión que solo escoge a algunos: los eruditos.

En su lugar, me encontré con un grupo de mujeres vibrantes y eléctricas, humanas, con cientos de inquietudes que, sin ser las mismas, dialogaban con las mías. Lo que nos une: la escritura es para todas una práctica sagrada, un grito al cielo, un baile; y Casa Índigo, el refugio donde se mantiene encendida la llama. En cada encuentro, la conversación nutría y ensanchaba mi escritura: como la charcha que constantemente recibe agua de la montaña. Y la deja ir.

El Laboratorio de Casa Índigo es un viaje de vuelta.

—Andrea Reiriz

El laboratorio de casa índigo ha sido para mí un regalo hecho de tiempo y espacio para indagar sobre mi escritura, esa que tanto anhelaba y que me acompañaba por dentro, pero que el bloqueo y la desconfianza en mí misma no dejaban emerger sobre el papel.

Un espacio creado con mucho mimo y dedicación, de compromiso con una misma y con la escritura, en donde juntas reflexionamos, creamos, compartimos y aprendemos las unas de las otras. Carla, Marina, gracias por tanto.

—Rosa Carazo

Casa índigo, ese lugar de escritura y lectura compartida que tanto anhelaba, vínculo de escucha y sostén entre mujeres, biblioteca de otras maestras, casa de inspiración colectiva en el que mi escritura crece y gana alas. Una ventana a mi yo escritora.

—Gabriela Sánchez

El laboratorio ha sido un espacio indispensable de contención y constancia para encontrar qué quiero contar a través de la escritura y explorar el cómo.

Las facilitadoras de Casa Índigo nos han ayudado en este trabajo grupal a conocer otras autoras y a impulsarnos entre nosotras a confiar en nuestro proceso. Ser testigo de la evolución de las compañeras es una enorme inspiración.

—Raquel Laniado

Estar en el laboratorio de escritura ha sido una experiencia muy grata. Las chicas te guían de una manera muy natural por los distintos temas que son importantes para comenzar el proceso de escritura. Además, al estar en grupo, vas conociendo las diferentes opiniones de tus compañeras, enriqueciendo lo que vas escribiendo y lo que sientes como escritora. Es maravilloso ver cómo avanzas y mejoras al escribir al tener cada vez mejores herramientas para hacerlo. Recomiendo mucho inscribirse al laboratorio, abre grandes posibilidades.

—Mónica Sánchez

Algo que valoré mucho fue el tacto y la calidez con la que comentaron nuestros textos. Jamás escuche una de las horribles palabras que sí escuché en la maestría (ingenua, lector incompetente, etc.). Sus comentarios fueron verdaderas críticas constructivas, verdaderas aportaciones para mejorar y enriquecer los textos. El respeto con el que nos trataron me encantó.

—Consuelo Vauguier

Lo que más me enamoró en el Laboratorio y todo lo que viví en la Casa Índigo es el amor profundo por leer y escuchar a las autoras. Una admiración a la otra y a su historia. Ha sido hermoso conocer a mis compañeras a través de sus escritos y a través de su mirada. Marina y Carla me han abierto un mundo de las escritoras totalmente nuevo. Me asombra su conocimiento de la literatura, su pasión en trasmitirlo, y su don de apreciar lo que brilla en un texto y los caminos que siempre ven para que el brillo se expanda. He vivido muchas sincronicidades, preguntas que me atravesaron con fuerza, historias en las que me sentí reflejada, que me inspiraron o permitieron vivirlas muy diferente de como las viviría yo. Me he emocionado y me he reído. Todo un regalo de la vida.

—Lena Staniewicz

El laboratorio de escritura de casa índigo me ha dado el empuje y la confianza necesaria para creer en mi proyecto y en mi voz literaria. Me han dado las coordenadas que me hacían falta para retomar la escritura desde y me han acompañado desde el respeto y el cariño.

—Eva Manzano